viernes, 5 de junio de 2009

Días 9 al 11. La Paz, la city.


Llegamos a la terminal de La Paz antes de las seis de la mañana, con un frío que te helaba los mocos. A este punto cabe mencionar que fueron casi siempre rojos desde que salimos de Argentina. Y abundantes, aunque sequitos.

Conseguimos agua caliente, preparamos mate (no confundir con el término Boliviano “mate”, que significa té, en taza) y esperamos un buen rato antes de llamar a Shaina Brassard, de Couch Surfing. Una vez que hablamos con ella, nos explicó cómo llegar hasta su casa en bus y salimos a buscarlo a una avenida cercana, bajando por la calle Uruguay.
Mientras esperamos en la parada, un tiempo bastante considerable, vimos la primer particularidad de La Paz que nos llamó la atención. Estábamos en una vereda empinada por la que iba caminando mucha gente, rumbo al trabajo o estudio. Entre esta gente, muchas personas, pero muchas, iban trotando o corriendo. No sé si el punto es que el transporte estaba medio saturado o muchos se levantaban tarde. Pero había muchos corredores, con un regio frescazo a las siete y pico de la mañana.

Conseguimos un bus, oportunidad en que -obviamente- conocimos como es un colectivo urbano paceño. Son combis chiquitas, igual que en el resto de Bolivia, pero acá van con una persona (hombre, joven, mujer, niño, chola) asomada a una ventana gritando el recorrido que el bus hace. Como todo pregonero urbano gritará siempre pegando todas palabras balbuceadas, de manera que uno, extranjero, no entiende ni bosta.
Llegamos a la casa de Shai, que nos recibió muy amablemente y nos trató igual mientras estuvimos en su casa. Acomodamos un poco los bolsos y nos sentamos a charlar un rato. Ella era la única despierta en casa -dormían Ike, Alina, Katty y Juan Manuel- y desayunaba un té de coca, más como aliciente que como alimento.
Enseguida le dijimos que necesitábamos bañarnos. Lo hicimos y luego salimos con ella a la calle. Nos indicó los recorridos y paseos interesantes en el microcentro, y nos separamos cuando ella iba a buscar a su perrito y nosotros nos disponíamos a caminar la ciudad.

En una oficina de turismo nos recomendaron algunos paseos y por ahí anduvimos, agitándonos y parando cada tanto. Hacía bastante frío y estaba nublado.
Empezamos por la plaza Murillo, atiborrada de palomas y poblada por vendedores de alimento para palomas. Desayunamos junto con los bichos y después arrancamos para el Museo de la Música en el pasaje Jaén, un callejoncito histórico conservado con su original estilo de época. Este museo fue otro de los lugares interesantísimos que visitamos; Wopyyyy! vos tenías que estar ahí.... no sabés lo que es.
Bueno, vimos mil instrumentos, desde la época pre-inka hasta contemporáneos de todo el mundo, y otros que son invenciones de luthiers bolivianos. Entre ellos, una guitarra con caja pentagonal y cinco astas, todas con diferentes afinaciones. Además, se podían tocar algunos instrumentos, cosa que hicimos un poquito y muy mucho Nati y yo respectivamente. Hay unos videítos con temas inéditos y covers interpretados en instrumentos alternativos, espero poder ponerlos en el iutúb.

Ya era mediodía, así que fuimos a buscar un rinconcito amigable y barato (fuimos a comer del purete, como decimos nosotros). Entramos a una cantinita escondida donde confirmamos algo que nos dijeron unos amigos alemanes que habían estado antes en Bolivia: comimos tres platos y postre cada uno, y pagamos poquito más de un dólar por menú, es decir ocho bolivianos.
Llenas las barrigas, e imposibilitados los cuerpos de arriesgarse a la menor actividad física, decidimos tirarnos en una vereda a esperar que abran otros museos.
En un rato, recorrimos tres museos (las entradas eran 3x1); primero el Museo Costumbrista, después el Museo del Litoral y finalmente el Museo de Metales, con sus tres salas. Algunos datos históricos que leímos son súper interesantes, y ayudaron a desasnarnos acerca de las cholas (que tienen un origen aristocrático), los mares y las disputas territoriales en la historia de este país.

Terminado ese recorrido, fuimos hacia el centro, donde conocimos la Basílica de San Francisco (posiblemente la imagen más cagada por palomas en el Cono Sur) y llegamos hasta un gimnasio de Capoeira, el gym de Shaina y Juanma.
Volvimos al departamento, descansamos y al rato salimos a cenar comida mexicana con los compañeros de departamento de Shai: Alina, Ike, y Katy (de quienes, perdón, perdón, perdón, nunca aprenderé a mencionar y probablemente escribir bien sus nombres...)
La pasamos muy bien con ellos, nos divertimos y probamos un plato recomendado por Ike, fanático descontrolado de la comida. Tan fanático, que minutos después de clavarse unas enchiladas a la suiza, tuvo la idea de preparar unas galletitas de chocolate en el depto. Así que volvimos a casa... a comer!. Vimos un documental sobre el calentamiento global, mientras tragábamos las densas cookies, también calientes. Al ratito, dulces sueños at home.


El Valle de la Luna.

Al día siguiente, sábado, nos fuimos para el Valle de la Luna. El lugar es increíble, realmente muy lindo, muy muy silencioso y, por supuesto, bastante fresco. No sería muy interesante describirlo, tendrían que verlo. Pero, aunque no conocemos el Valle de la Luna argentino, estamos seguros de que éste no tiene nada que envidiarle. Un detalle muy pero muy bello, y antológico, es que en algunos momentos, en medio del silencio del lugar, escuchábamos melodías andinas tocadas en instrumentos de viento por un músico de acá. En algunas ocasiones, caminando por los senderos del valle, veíamos aparecer al tipo en el pico de alguna de las formaciones de tierra del lugar. A veces muy lejos, como a 500 o 600 metros, pero escuchando nítidamente sus canciones. Sensación difícil de comparar con otra cosa conocida...

Lo último muy lindo en el lugar, fue haber almorzado nuestras sopas y galletitas en una chocita en lo alto de uno de los picos del valle. Para mí, Rulo, eso era Dementelibre. Todavía no sé qué significa del todo, pero eso sí se sentía Dementelibre...

Volvimos hacia La Paz, atravesando unos barrios súper chururú. La idea era llegar a un mirador que jamás encontramos. Derrotados, nos rendimos frente al cansancio, que generalmente llega acompañado de hambre y/o ganas de comer nomás. Salvó el momento un par de sándwiches de milanesa, ya que la mayoría de los comedores con mejores opciones estaban cerrados.
Vuelta al departamento, nos dedicamos un rato a acomodar las fotos y a alimentar el blog (en ese momento creo que habíamos escrito sobre Sucre y Cocha). Después Nati se quedó a dormir y Rulo se fue a tomar algo con Juanma, novio de Shaina y único Boliviano de la casa (el resto, buenos yankis del interior).


Bares, ferias y fines.

Con Juanma charlamos mucho de diferentes temas, desde el laburo (él es diseñador gráfico), hasta Evo Morales, Capoeira, los viajes y otros divagues. Mientras, nos tomamos un trago preparado con Singani (la típica aguardiente boliviana) y jugo de naranja. Muy rico, suavecito en este caso. Salimos del bar donde estábamos y le dije que me mostrara otro; otro con una onda diferente, como para ver variedad. El anterior era muy tranqui, tipo Britannia pero más básico y pequeño, y creo que con una mezcla de música medio rara.
El otro sí que era bien curioso. Por el estilo del ambiente (el espacio físico) era una mezcla de antro y bailanta. Y la gente que podías ver dentro era del estilo más diverso, algunos medio raros. Una buena curiosidad era que estaba muy iluminado, así que podía observar tranquilo a todo el mundo como bajo la luz del sol.
No sabría describir mucho cómo era la gente, pero había desde onda hiphopers hasta onda cumbieros, unos negros centroamericanos con mucha onda en la barra (picoteándose viejas en compañía de sus hijas, seguramente) y algunos rockers, como un amigo de Juanma que se tomó unas chelas (cervezas) con nosotros.
Salimos al rato del place y buscamos un taxi. El frío era muy jodido (tipo 4 am) y emprendíamos la vuelta. La última imagen destacada de la noche fue la de un loquito de la calle caminando en culo-pito, con los pantalones abajo, por el medio de la Avenida del Prado.

El último día en La Paz, domingo, nos levantamos más o menos temprano para ir al Paseo del Prado, donde podríamos ver –no loquitos en pito, sino- exposiciones de artesanía, danzas y música típica, actividades infantiles, teatro, gastronomía y otras ondas culturales, bien interesantes y bastante concurridas.

Para terminar nuestra estadía en La Paz, comimos unas pizzas con Alina, Katy y Ike, y nos preparamos para partir. Y para terminar este capítulo, apuntamos dos cositas curiosas que vimos y, creo, no fotografíamos.
Una es que los lustrabotas usan pasamontañas, siempre. El primer día, vi el detalle y supuse que era por el frío. Pero el domingo ya había sol y hacía calorcito (me lo había anticipado un chofer de micro “aquí los fines de semana siempre sale el sol”) y ellos seguían tapándose la cara. Consultamos por ese detalle a Juanma, nuestro homemate boliviano, y nos dijo que se trataba sólo de un código propio de los lustrabotas, grupos, por otra parte, bien organizados y hasta con un gremio y una revista mensual.
La otra cosita curiosa es más simple, gráfica, divertida y sin explicación necesaria: unas ¡cebras dirigían el tránsito! No pregunten por qué, pero unos men disfrazados de cebra (como quien se disfraza de Winnie Pooh o Bob Esponja para animar un cumpleaños infantil), agitaban banderas y tocaban pito en la avenida principal de La Paz....

Y eso fue todo, al menos lo que recordamos por ahora, en La Paz. Personalmente, a Rulo le gustaron más las otras ciudades, más tranquis y con menos agite. A la shashita lo mismo... La Paz cansa un poco más y requiere además más tiempo, cuestiones ambas que nos aplastaron un poco y no nos permitieron conocerla a fondo.

Así que más contentos con el interior que con la capital -pero de nuevo contentos con nuestra segunda experiencia surfeando couchs- escribieron retrasados Nati y Rulo, para locaeialocoió, desde Arequipa, ya Perú!!.

3 comentarios:

oz dijo...

me encanta leerles :D es como esperar esos comics por numeros, con "continuara" al final, es paradojico que "La Paz" haya sido menos pacifica :P

un abrazo desde aca

Mara y Pato dijo...

los kierooooooo!!!

Formonauta dijo...

hola chicos, me colgué con las publicaciones, esperaba fotos como la primera vez, pero me di cuenta que viajando se complica, así que puse una representativa de La Paz para este post.
A mi no me había copado mucho La Paz, justo fuimos a pasar por la zona más caótica y la verdad era medio estresante el centro, nos chocó una de esas traffic a propósito cuando cruzábamos una ancha avenida, y mi compañero (sin ofender a nadie, porteño) le rompió de una patada el faro de bronca, já, fue lo más violento que viví en ese viaje, un recuerdo penoso, en fin.. y también me llamaron la atención los lustrabotas con pasamontañas, imaginate que yo fui en pleno verano! fue re loco, pensé que eran guerrilleros. Lo que no vi fue la gente corriendo, pero tienen una agilidad increíble. Sí vi cholitas en los mercados leyendo la Constitución de Evo que tenían que votar, estuvo lindo. Ya se compraron un sombrerito? no averiguaron cómo hacen para que no se les caiga? es un asunto que me quedó pendiente.
para que hagan la supervición de rutina ;)

http://www.enviajes.com/bolivia/loca-ella-y-loco-yo-iii.html

go on!