miércoles, 30 de diciembre de 2009

Col...

Chiste fácil: Colombia se escribe con muchas mas letras... Pero bueno, esto es lo que pude escribir! Lo que pasa es que la gente es taaaan chévere... (en Colombia, en Panamá y acá, en Costa Rica).

Ay, ay, ay… Qué pena con nuestros amigos de Ecuador! De nuevo, y por responsabilidad absolutamente nuestra, tendremos que saltar un pocotón de historias y relatos con mucha gente que –sólo por ahora- no estará presente en el diario del viaje, para empezar a contarles sobre la bella, bella, bella, mágica e inolvidable Colombia! Amamos ese país, ijuemadre!!

Antes, sólo queremos mencionar y dejar un abrazo gigante y eterno para todos los que nos recibieron y acompañaron después de James en Cuenca. Ellos son: Juan Pablo en Riobamba, Marco en la selva del Puyo (a donde nos acercó con muy buena onda Wladimir), Simon, Weronika, Liz, Erika y la enérgica gente de Couch de Guayaquil, Jaime y su familia que son una belleza de gente (Jaime es el de los videos en el centro del mundo, ¡you rule brother!), los chicos de Capoeira de Quito, Angie y Diego de Tulcán.

Los lugares de esta gente les sugieren un poquito del recorrido que hicimos y más adelante (cuando tengamos casa y país nuevo!) contaremos en detalle. Ahora, nuestra preciosa Colombia.

Cruzamos el paso de frontera en Tulcán creo que un mediodía o casi, después de compartir el último desayuno (o almuerzo? puh, no me aguanto!) con Angie y su chico Diego. El cruce fue bien breve y tranquilo. Hicimos el paso caminando y, aunque nos tocó repetir un tranco largo entre las ventanillas de salida de Ecuador y entrada a Colombia, la cosa pasó rápido y en un rato estuvimos en un bus camino a Pasto.

Para mí, la entrada misma a Colombia fue algo mágico (es máhigo!). Estar en Colombia era llegar a un país que yo realmente apreciaba aun sin conocerlo, ya sea por una huevonada importante como el fútbol, la música, o quién sabe qué razones. Pero estar en Colombia era especial, era una cosa de vida; era llegar a un lugar desconocido y a la vez familiar, nunca visto y querido. Lo importante es que era único, ya desde antes de llegar. Y así siguió siendo… Lo cuento en concreto para no seguir escribiendo como Arjona:

Llegamos a la ciudad de Pasto, lugar donde por ahora vive Ale Quastumal, quien ha sido desde antes del inicio del viaje uno de los guías oficiales del trip. Lo llamamos por tel para ver cómo nos encontrábamos y dijo que lo esperemos en la Terminal, y al toque estuvo ahí. Antes de eso habíamos hablado con un tal “Michal” de Couchsurfing, al que habíamos encontrado y contactado previamente por la web. En principio me había caído bien su espontaneidad y sinceridad, y vi que teníamos una forma en común de ver ciertas cosas del Couch, por comentarios que me hizo. Pero todo lo que vino después, fue realmente inesperado, sorprendente, poderoso, mágico, espiritual, en cierta forma determinante y sin dudas que inolvidable.

Mike (que se llamama Michael, pero Nati anotó el “Michal” en principio, y no sabíamos como decirle) es pura luz. El man es un ser de mucha magia, un loco de conocimiento, de reflexión… Este pastuzo es una fuente de conocimiento que guau… te vuela los pelos a cada rato y no para de abrirse y compartirte cosas que son pura vida, puro espíritu. Para que se hagan una idea más concreta de lo grosso que es Mike: cuando llegamos a su casa, el ya tenía alojada a una pareja uruguaya, Fede y Vane otros que se hicieron inolvidables amigos de viaje. Nos recibió a nosotros también y estuvimos en su casa por más de VEINTE días! Ya éramos cuatro los invitados en una casa pequeña, donde sólo vivían tres personas: Mike, su hermana y su sobrina. Y más adelante cayó otro man (este sí que cayó de algún otro planeta o de una luna colgada en el espacio), un alemán que, pobre, nunca pudo acoplarse a nuestro ritmo de familia descocada y delirante. Claro, ya habíamos compartido unos 15 días con Mike y los uruguayos, y nos habíamos convertido en una familia delirante, con todo lo que tiene que tener. Y el pobre man, al que hasta ni el nombre le aprendimos bien, no cazaba una. Se reía siempre por las dudas, ja. No era malo, pero estaba muy colgado el pobre.

Y bueno, así que este era el cuento en la casa de Mike. Cuatro vagos continentales más él y a veces Ale quilombeando en la casa, cocinando y comiendo, estando tirados en cualquier sillón, manta, alfombra o piso, charlando, leyendo, aprendiendo a hacer artesanías, riendo como tarados y ¡peleando también a veces! Yo estaba en unos días bieeeeen especiales y Nati andaba como abriéndose al mundo por su lado, entonces había un poquito de tensión, pero era parte evidente de un cambio y de un crecimiento bien importante.

Y Mike (también conocido como Mario o el hóven Maicol) andaba siempre dando vueltas con su trabajo y vainas, pero a su vuelta algo pasaba en la casa y siempre pero SIEMPRE había algo muy copado que charlar y aprender con el man.

Lo que vivimos durante ese mes es muy difícil de contar. Simplemente comenzamos a ser hermanos para toda la vida, a conocernos, a conectarnos y a vivir relajados y felices, haciendo lo que deseábamos absolutamente todo el tiempo de todos los días. Entre esas cosas, una de las más especiales e inolvidables fue haber ayudado a Mike en su trabajo… ¿Aburrido, no? NO! El loco trabajaba en ese momento llevando talleres de plástica a jardines y escuelas, con nenitos de cinco o seis años como máximo. Y nos invitó a compartir eso y ayudarlo… y que chiiiiiiiiiiiiiimba parce, que magia! Guau! Eso fue realmente una hermosura… no hay forma de decirlo. Algunos de ustedes vieron las fotos y se podrán imaginar algo. Mejor, porque no se puede explicar mucho, apenas decir que era simplemente tirarse al piso, dibujar y pintar con niños, recibir abrazos, besos y flores, ser por primera vez un “pofe” (un profe, maestro de jardín!), recibir como nunca en la vida pedidos de ayuda de niñitos que querían chichí y popó! Los niños son unos tesoros deliciosos; se me acaban los adjetivos para describir todo lo que fue eso. Fue hermoso, pleno y enorme.

Creo que fuimos a las salitas unas cinco veces. Y era un caso extraño en un punto: uno iba con las energías normales, o a veces algo bajas (repito acá que yo estaba en unos días medio raros conmigo mismo), luego cuando compartía con los niños se llenaba uno de muchas muchas pilas y estaba con los sentidos al máximo. Y cuando todo terminaba te quedabas paila, físicamente agotado y con la cabeza inútil por un rato, pero con una sensación de estar lleno de esa pureza infantil que te hacía simplemente muy feliz. Era como una borrachera o resaca pacífica, pero multiplicada un millón de veces.

Si tengo que hacer una lista de las cosas que hicimos en Pasto, debo… AH! Debo contar, antes que nada, que fuimos a la ciudad por dos o tres días. Y saben que nos quedamos casi un mes! Jaja! Porque siempre había algo que visitar, conocer o hacer, y siempre faltaban tres o cuatro días para poder hacerlo. Y como nos sentíamos y estábamos en nuestra propia casa, y además volvíamos a tener una familia, pues claaaaaro, nos quedamos un poquito más! A lo bien…

Una de las cosas más interesantes que nos tocó esperar un chance en la ciudad fue un encuentro de culturas aborígenes andinas. Fue un evento que reunió a indígenas desde Bolivia hasta Estados Unidos, para debatir temas y más que nada compartir conocimiento con nosotros, los latinos capitalizados, los engranajes del decapitalismo. Sus mensajes eran bien simples y claros: volver a la naturaleza, al espíritu de la naturaleza, a la magia, a lo divino del mundo, integrar a la mujer, valorar su sabiduría… Cosas básicas y simples, bien contadas desde la experiencia de gente que tiene otra mente y que tiene un don increíble de abrirse, compartir, dar, enseñar y ayudar. En este contexto de aprendizaje, también escuchamos bastante acerca de las plantas medicinales (Yagé o Ayahuasca, Coca, San Pedro, Marihuana y otras, para ellos sagradas) y la diferencia que hay entre la concepción indígena y la nuestra de esos medios de curación, magia y saber.

Otra historia inolvidable fue una frustrada escalada al volcán Galeras, cerca de la ciudad. Estaba programada para un sábado, comenzando por salir a las 5 AM. No sólo que no salimos a la hora pautada –latinoamericanoooooooos!- sino que estuvimos enfiestados, bailando y tomando chela y guaro hasta medianoche. El Mike se zarpó y estuvo haciendo quilombo en la casa, bieeeen borracho, como hasta las 6! Bueno, la cuestión es que teníamos que levantarnos y caminar CINCO horas hasta el cráter del volcán! Todo eso, contando con la suerte de poder pasar el control de la vigilancia bien temprano en la mañana, ya que estaba prohibido subir al Galeras por peligro de erupción, je.

Bueno, imaginen esa mezcla. Eramos seis: Mike, que siendo nuestro guía oficial estaba borracho y caminaba como un autómata adelante y bien lejos, tanto que se acostaba a dormir a ratos para que logremos alcanzarlo; Fede el uruguayo, que siempre tiene energía y predisposición para todo y no había tomado una gota; Vane la uruguaya, también enganchada y divertida siempre, pero menos lanzada; Ale, el único local que más o menos conocía el lugar y a la vez estaba sobrio; Nati que no te camina ni hasta la heladera, y yo que estaba con algo de guaro adentro, absolutamente consciente de que jamás llegaría a la cima, pero feliz de estar donde estaba.

El fin de la historia...

*En esta parte ya me invitaron a charlar, salir o tomar cerveza... no me acuerdo!
Un abrazo grande a
Juancho, Victor y Maky del hostel Villa Verde de Boquete, Panamá! Si van, búsquenlos!


Estimados lectores, visto y considerando los retrasos ocurridos en el relato de viaje, voy a tomar yo la posta y continuar como corresponde. Pido disculpas, ya que no escribo tan bien como mi marido, pero prometo esmerarme todo lo posible.

El fin de la historia…

El fin de la historia es que nunca llegamos a la cima del volcán, por supuesto. Mike se durmió un bueeen rato mientras Vane, Fede, Ale y yo desayunamos algo pa cargar energías, hasta que Rulo nos alcanzara. Cosa que jamás sucedió, así que despacito emprendimos el camino de retorno.
Una vez abajo, y mas o menos una hora después de haber desayunado, decidimos hacer otra “paradita” para almorzar, ja!
Así fue nuestro último día en Pasto. La mañana de partir llegó y la truop, ya sin los pastuzos, siguió viaje junta. Mike nos acompañó hasta una bomba para que los cuatro siguiéramos viaje hasta La Dorada, donde nos esperaba Cristian y su familia. Cristian es amigo de Ale, quien nos recomendó visitar el lugar ante el asombro de muchos colombianos que jamás se habían animado a hacerlo.

La Dorada es un pueblo bien pequeño, en Putumayo, pleno corazón de selva amazónica poblada de paramilitares, FARC y retenes policiales. El viaje estuvo pesado, no por las paradas que tuvimos que hacer para que nos requisaran, sino por el calor que derretía hasta las tapitas de agua. Llegamos a La Hormiga, cuando ya era de noche- noche, y mientras esperábamos a que Cristian nos viniera a buscar (porque ya no había transporte a esa hora) agradecimos a Dios estar los cuatro juntos.
Cristian fue mucho más amigable y simpático de lo que habíamos imaginado. Vino a buscarnos en un auto oficial de la municipalidad (claro, su padre es concejal) y adivinando nuestro hambre (en realidad siempre teníamos hambre) nos compró un pollo con papas fritas sólo para que nos entretengamos en el camino a casa. Allá nos recibieron su esposa Daisy y sus dos hijos (los cuales merecen un párrafo aparte) con la cena lista para compartir. La cual, por supuesto, comimos antes de irnos a dormir cual ballenas encalladas. Vane y Fede ocupaban el cuarto de Beyer y nosotros otro cuarto camino al baño.

El joven Beyer era lo más… lo más hinchapelotas, ja! Tenía cuatro años pero hablaba como si tuviera ocho y su hermanito Santiago apenas seis meses pero pesaba como uno de un año. Como se imaginarán, Rulo y Fede en seguida ganaron puntos porque se revolcaban en el piso con Beyer, se pegaban y cuanta cosa más se imaginen. Pero a Vane y a mí no nos caía demasiado simpático, aunque debo reconocer que al final terminamos queriéndolo. Y mucho.

La estadía en La Dorada estuvo muy muy bien. Si no estábamos comiendo, paseábamos por ahí conociendo frutas nuevas, chapoteando en algún río o haciendo sociales. Lo mas gracioso fue que todo el pueblo entero sabía de nuestra estadía y nos llamaban en plena calle para que les habláramos. Sólo para escuchar nuestro acento argentino.

Y llegó el día de la despedida: nuestros hermanos del alma tenían que seguir viaje por su lado y nosotros por el nuestro, pero con la promesa de encontrarnos nuevamente en Bogotá. No recuerdo hacia donde partieron Vane y Fede, pero a nosotros nos esperaba un viaje, no demasiado corto, a San Agustín. La idea era ir a la casa de un tío de Nata, que no mencionamos anteriormente pero es una amiga que conocimos, gracias a Ale, en Pasto. Cuestión que nunca habíamos hablado antes con el tío, ni podíamos comunicarnos con Nata para que nos diera su teléfono y avisarle que ese día llegábamos a su casa. No hace falta aclarar que tampoco teníamos cómo llegar a su casa...
Para ser breve, recién al llegar a San Agustín logramos hablar con el famoso tío, quien nos dijo que nos esperaba antes y que ese día el ya no estaba en la ciudad, sino había salido de viaje. Literalmente estábamos en la calle, y fue como llegamos a una plaza donde un par de artesanos medio borrachos nos ofrecieron lugar donde quedarnos esas noches. Por supuesto que cuando vimos donde era, no nos quisimos quedar y conseguimos una cabañita a un precio razonable.

Estuvimos poco tiempo en la ciudad, porque no había para ver más que unas estatuas talladas por aborígenes, que no recuerdo como se llamaban pero estaban de lo más interesante.
Como ya nos habían mencionado antes, en esa zona del país era muy común conseguir camiones que transportan frutas para viajar de manera económica o, si tenes suerte, gratis. Y a la búsqueda fuimos, con tanta suerte que al otro día por la tarde salía uno hacia Cali, nuestro destino final. Lo que nunca nos dijeron fue que el viaje duraba unas 7 u 8 horas para hacer un recorrido de 140 km. Y mucho menos, que íbamos a tener que viajar arriba de una tablita apoyada sobre cajones de lulo que cada vez que el camión se movía, nos desplazábamos de un lado a otro como si estuviéramos en el zamba del Italpark. Y para coronar la cosa, el lulo es una fruta que tiene una especie de “pelusa” que se desprende y pica más que si agarrás la ortiga con la mano. Concluyendo, estábamos medio descompuestos por el traqueteo, nos picaba hasta el culo, estábamos medio mojados por la humedad que se condensaba en la lona del techo y cagados de frío.

Eso hizo que a mitad de camino, llegando a Popayán, decidiéramos bajarnos de ese espantoso camión y pasar la noche ahí. Habíamos salido a las cinco de tarde, era casi medianoche, y nos faltaban aún como tres horas más para llegar a Cali. Fuimos a dar con un hostel de alemanes/austriacos/suizos o algo así. Muy lindo, no muy caro y con una cama bien cómoda y un baño caliente para revertir lo que el viaje había hecho en nuestros cuerpos. Al día siguiente dimos un paseíto por la ciudad, que resultó ser muy interesante y después del almuerzo partimos a Cali porque teníamos que llegar antes que oscurezca. Como en todas las oportunidades que tuvimos que viajar dentro de Colombia, salíamos en un bus urbano hasta la ruta, probábamos arrancar a dedo y, como jamás funcionaba, negociábamos un precio con los choferes de los buses.

Llegamos a Cali por la tarde, tipo cinco, y fuimos directamente al local de Carlos, un nuevo amigo que nos esperaba. Para nuestros chera´as paraguayos, podemos decir que Carlos es igualito a Mili, en todo sentido, sólo que es blanco (bueno, sí... la diferencia es, en este aspecto, abismal e insalvable. Pero fuera de eso, es muy parecido!). El tipo habla con la misma onda, gesticula IGUAL, abre mucho los ojos para contar huevadas y se ríe mucho. Ah, y cuenta pila de chistes boludos, jaja!. Cuestión que el Mili caleño allí nos estaba esperando, nos dio un pantallazo de la ciudad y lo que podíamos hacer, y una muy buena bienvenida junto a Wilson. Ambos se convertirían en nuestros padrinos durante la estadía en Cali.

Salimos los cuatro con destino incierto, pasando por parques, monumentos, hasta una inauguración de una exposición de arte con bocaditos incluidos; mientras hacíamos tiempo hasta que Luis, nuestro host, saliera de trabajar. Comimos cholados, nos encontramos con Luisa y así fueron pasando las horas. Para coronar la noche, nos llevaron al rumbiadero La Jungla en Pance, un lugar cercano a Cali, mezcla de camping del sindicato de camioneros y bailanta de La Matanza. Ahí bailamos nuestra primera salsa oficial caleña, tomamos unos tragos y terminé en el baño devolviéndole a la naturaleza los cholados y todo lo que tenía en mi estómago.

Todos los chicos caleños pertenecen a otra comunidad de viajeros de la cual nos hicimos miembro partir de ese día: viajeros.com. En resumidas cuentas, los días en Cali estuvieron muy buenos...*


Bueno, se volvió a estrangular la manguera redactora! Hasta acá las historias por ahora... Che, alguien las lee? Avisen ja! No nos hagan escribir al pedoooooo! Chau!



Y para que lo entiendan mejor, vean nuestro glosarito de colombianismos y panameñismos ja!

a lo bien: posta, seguro
bomba: estación de servicios, gasolinera
breve: simple, facil
chance: un momento, un toque
chela: cerveza
chimba: algo "recopado"
cholado: granizado de hielo con salsa de frutas, leche condensada y trozos de piña, durazno y frutilla (boom!)
guaro: trago, bebida blanca
huevonada: boludez
paila: estar jodido, o choputa
parce: amigo
pena: vergüenza
pocotón: un montón, una bocha
rumbiadero o bailadero: disco, boliche

miércoles, 16 de diciembre de 2009

…ombia!


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Bueno, aqui les completamos nuestras aventuras viajeras en uno de los paises mas bellos de Sudamerica!
(las anormalidades que encuentren en el tipeo del siguiente texto, tiene una razon locaella: fue realizado en dos teclados nohabloespaniol; uno hungaro y otro belga con carencias de eñes y acentos)
Como les iba contando, los días en Cali estuvieron muy buenos. Alternando paseos al aire libre con cerveza, visitas a museos –tambien con cerveza- y salidas a los rumbeaderos a bailar salsa, con más cerveza por supuesto. Una de las cosas a destacar es que en Cali aprendimos las diferencias entre Salsa, Merengue, Ballenato, Bachata y Putamierrdata; (véase explicación mas abajo) cada uno con sus respectivos pasos, unos mas complicados que otros, pero que pudimos reproducir con una destreza más que digna.
Lo de la Putamierrdata merece esta explicación: resulta que una de nuestras últimas noches en Cali salimos con Wilson, Carlos y su esposa, a un lugar que le llaman quilómetro 18 y algo (disculpen, pero mi memoria a largo plazo hoy no está en sus mejores días) justamente porque dicho lugar queda en ese quilómetro de la ruta. Lo que tiene de “especial”, o bizarro diría yo (y patetiquillo agregara Rulo), es que ahí en el medio de la ruta, los fines de semana la gente se parquea con sus autos a bailar, socializar, posar, chupar, fumar y cuantas cosas más se les ocurra. Es un espectáculo muy pintoresco ver todo tipo de coches, y motos también, con sus baúles abiertos exhibiendo sus mejores equipos de sonido, sus cajones de birra y sus mujeres medio en bolas a pesar del fresco. Ah!, porque como este lugar queda en la cima de un cerro, uno puede disfrutar de un vientito increíble y de un fresquito que obliga a ponerse un abrigo y un chocolate con torta. Por supuesto que para los caleños en este lugar hace un frío terrible.
Lo feo de todo este espectáculo es que los camioneros, en pleno trabajo, tienen que andar por la ruta esquivando loquitos que hacen willy con la moto, otros que se ponen a mezclar música mientras la gente baila al son del tunchi-tunchi, otros meta perreo friega que te friega… Y así uno se va cruzando con todo tipo de género musical que imagine. Yo ya venía medio escandalizada con lo que veía, compartiendo con Rulo mis opiniones al respecto, cuando los dos pensamos: Por Dios, qué viejos estamos!!!
Bueno, me estoy desviando mucho de lo que en realidad les tenía que contar: de repente nos paramos a observar a un grupito de gente que estaba bailando Bachata, o por lo menos eso creíamos Rulo y yo, cuando de repente Wilson dice: Uhh, Dios Santo!. Nosotros pensamos: “Tan bien bailaran estos manes???”. A lo que él responde: esto no es Bachata, esto es PUTAMIERRRRDATA! Fue uno de las inolvidables momentos del humor reo y barriero de Wilson…
Las callecitas de Cali tienen ese que se yo, viste?. Uno puede escuchar en donde sea Salsa (y eso es textual). De cualquier casa o local uno siente salir esa musiquita que hace que el cuerpo se mueva solo, aún en contra de su voluntad. Ninguna ciudad de las recorridas hasta el momento nos brindó esa alegría que Cali tiene. Y hasta tuvimos la suerte de poder estar en la inauguración del Campeonato Mundial de Salsa, para coronar esta experiencia musical tan gratificante. Que fue más gratificante aún porque Carlos se encargó de hablarnos, explicarnos y hacernos escuchar de la mejor salsa caleña. Y Wilson se encargó de llevarnos a los mejores rumbeaderos de la ciudad pa tomar unas birras cada noche, mientras movíamos nuestras caderas y transpirábamos un poquito para poder seguir tomando más cerveza. A estas salidas siempre se sumaba Luisa, con sus anécdotas y buena onda.
Por desgracia Luis, nuestro host, casi nunca nos podía acompañar en las salidas. El tipo trabajaba 25 horas al día! Pero cada vez que podía se hacía un tiempito pa charlar con nosotros y estar ahí en su casa compartiendo.
Y así fue como transcurrieron nuestros días en Cali, visitando algunos parques interesantes, intentando entrar a una Hermita que jamás estaba abierta, aprovechando el aire acondicionado de los chopins y galerías… en fin, nada del otro mundo. Lo que la ciudad no nos dio en atractivo se encargaron nuestros nuevos amigos de compensarlo.
El día de nuestra partida, Carlos se encargó de llevarnos hasta un lugar accesible donde fácilmente pudiéramos hacer dedo. Cosa que por primera y única vez, y a medias, conseguimos con éxito en Colombia. Hacía como una hora que estábamos en la gasolinera intentando cuando vemos, a unos 100 metros un bus de Turismo estacionado. Rulo se acerca pa preguntarles a donde iban y si tenían lugar y ganas de llevarnos a los dos. El bus iba a Buga, a unos 40 km de Cali con unos vejetes que me hicieron acordar mucho a los compañeros de coro de mi abuela Nelly, con los que suele irse de “gira”. La distancia no era mucha pero peor es nada, así que ni lo dudamos y viajamos con ellos. Al llegar a Buga, nos despedimos muy amablemente y rajamos para el terminal (ah si, en buena parte de Latinoamerica son LOS terminales, y no las); alli tomamos un bus hacia Manizales, para que no se nos hiciera muy tarde ni llegar de noche.
Como hacemos cada vez que sacamos boleto, preguntamos en todas las ventanillas los precios para poder regatear y pagar lo menos posible. Cuestión que una sola empresa viajaba hasta Manizales, por lo que si o si teníamos que comprar el pasaje ahí. Rulo empieza a pedir mejor precio y después de muucho negociar, ir y volver varias veces y hacerse el cliente dificil, logra un considerable descuento. Supongamos que el pasaje inicial valía 11 pesos y terminaron dejándoselo a 8. Felices por nuestra batalla ganada, vamos a esperar el bus y, mientras instintivamente y para matar el tiempo, observamos el boleto de viaje. Y vemos que, en el reverso y con letra chica dice: “Valor del pasaje 8. No pague mas que dicho valor”. DESGRACIADOS!!!!! A cuanta gente, o turistas mejor dicho, habrán cagado con esto!!! Lo peor de todo es que devastaron mi orgullo y honor guerrillero de viajero economico! (agregado resentido de Rulo).
En Manizales nos recibió Claudia, una amiga del Hóven Maicol que él nos recomendó. Ella es psicóloga y vive con Guido, su gatote y es lo máximoooooo. Aunque no es miembro de Couchsurfing ni de viajeros ni nada, no dudó en recibirnos en su casa, tratarnos de manera excelente y confesarnos sus más disparatadas aventuras de la niñez. Clau es un cuentazo! Una belleza de persona, una joven ninia tierna y risuenia, una persona luminosa y reflexiva, y una mujer con un trabajo que a cualquiera sensibilizaria y tocaria hasta en lo mas profundo: es psicoterapeuta de ninios que han sido secuestrado por las guerrillas y trabajaron por anios como soldados. Ninios de 9 a 14 anios… guau.
Aprovechamos un día en que no tenía consultorio, para darnos un paseo por la ciudad y conocer muchas cosas bonitas. Cosas que ella misma iba descubriendo en el paseo porque hacía mucho que no se dedicaba a recorrer las calles de esta ciudad. Voy a tratar de ser lo mas objetiva posible al describir nuestra estadía en Manizales aunque me resulte difícil, porque hasta el momento es mi ciudad favorita de todo el viaje. El arte explota en cualquier rincón de la ciudad: esculturas en plena calle en lugares donde uno ni se imaginaría, un tanque de agua museo, bares con muestras fotográficas, música en vivo y hasta un restaurante ítalo-argentino (más ítalo que argento) muy muy bueno. Un clima fresco, pero con días de sol.
El día que el Locoél cumplía años, Natalia, una tocaya que era amiga y colega de Clau, nos invitó a su casa en Pereira, ciudad que junto con Manizales y Armenia conforma el Eje Cafetero. Comentario al paso: por supuesto, para ser fieles a nuestros principios, nunca vimos una plantación de café por esta zona colombiana tan famosa en el mundo...
Cuestión que a Pereira llegamos, nos fue a buscar Nati e hicimos un recorrido turístico por la ciudad. En la casa nos esperaba uno de los descubrimientos más maravillosos de la gastronomía colombiana: el ajiaco. Es una sopa hecha con tres tipos de papa diferente, a la que se le agrega pollo deshilachado, trozos de maíz dulce amarillo y un inolvidable y principal ingrediente: la GUASCA. No piensen mal!!! La guasca es una planta herbácea de la familia de las compuestas que se utiliza como condimento. El sabor es particular, medio amarguito pero bien rico. Esta es la base de la sopa a la que se le agrega crema de leche, alcaparras y se acompaña con banana y arroz blanco. De postre no me acuerdo que comimos (otra vez la memoria…) pero estoy segura que era un dulcecito típico también. Al rato de haber llegado los padres de Nati a la casa, nos invitaron a ir a una quinta de unos tíos o familiares donde hacían un asado que prometía estar bueno. Como comimos ese día!!!!
Eran como las cuatro de la tarde y ya nos estaban ofreciendo carne, chorizo, empanadas y, como no podía faltar, cerveza. Mientras esperábamos la digestión del ajiaco, y para no pasar tanta vergüenza, charlábamos con los muchos invitados que había en la casa, contábamos nuestra experiencia e hicimos un pequeño show musical estrenando guitarra nueva. Ah! Porque como regalo de cumpleaños olvidé mencionar que “la criatura” vio una guitarra que estaba a buen precio y se apoderó de ella. La noche fue cayendo y entre comida, chupi y recital, tuvimos que volver a Manizales ya tarde, por la noche. Por suerte, o por desgracia, lo hicimos en el auto de Nati mas rápido que si tomáramos bus. El problemita es que Nati, es muy parecida a Laura Paussini (posta) y se emociona tanto que cuando canta sus canciones lo hace con los ojos entornados, casi cerrados. Y en el camino ¿adivinen qué veníamos escuchando?
Nos despedimos de Clau, no sin antes sentirlo mucho porque íbamos a extrañarla un montón, y ella a nosotros también. Por suerte nos llevamos de ella, entre muchas cosas, inolvidables recuerdos de su infancia, entre los que se cuentan especialmente las “cirugias” que practicaba a flores del jardin, en su propio quirofano casero en casa de su abuelita. Ah claro, como siempre las plantas morian “accidentalmente” en el quirofanito, despues le tocaba embalsamarlas con cremas y papel higienico, y almacenarlas en sus respectivos ataudes en un mueble de la abuela… Las caras de Clau al contar este y otros disparates, es uno de los mas lindos y compartidos recuerdos del viaje.
Pero teniamos que seguir pues; Bogotá nos esperaba.
Tomamos un bus directo hacia allá, porque eran como 10 horas de viaje y ya nos habíamos dado por vencidos en la lucha de hacer dedo. Llegamos a la capital Colombiana ya medio de nochecita y con todas las instrucciones de cómo hacer para llegar a la casa de John Jairo y Lucero. Incluso el costo del taxi, para que no quisieran cobrarnos de más. John Jairo, hermano mayor del ya celebre Hóven Maicol, estaba de viaje por Medellín así que nos recibió Lucero, su esposa. MUUYY buena onda y conversadora la chica, nos hizo sentir como en nuestra casa, cenamos y se acostó a dormir porque tempranito se levantaba a estudiar y después se iba a trabajar.
Bogotá es una ciudad bastante linda, aunque bulliciosa y sucia como suelen ser las capitales. Lo mejor de todo fue que nos reencontramos con Fede y Vane, los uruguayos, después de casi un mes sin vernos, justo el día del cumpleaños de Vane. Los llamamos tempranito para felicitarla y quedamos en encontrarnos esa tarde en el parque de la facultad nacional, donde iba a haber una obra de teatro interesante. Que lindo fue volver a vernos!!! Al principio sentí un poco frío el reencuentro, pero después volvimos a ser los mismos tarambanas de los viejos tiempos!
Gracias a ellos conocimos a Lucho, el chico que los hospedaba, embajador de Colombia en CouchSurfing. Y junto a ellos participamos de una de las actividades sociales que los miembros bogotanos de esta comunidad realizan todos los miércoles: reparten agua panela y pan por la noche entre la gente pobre. Fue una experiencia muy buena!!! Pasados un par de dias y llegada la hora de partida de los uruguayos, la despedida de Vane y Fede fue bastante fea, como muchas otras despedidas; nos encariniamos un monton con los enanos. Lo que queda es la promesa de volvernos a encontrar en Montevideo algun dia.
Unos días antes de irnos, John Jairo regresó de su viaje pero solo por unas horas, ya que tenía que volver a viajar, esta vez a Manizales, por trabajo. Aprovechamos al máximo el tiempo con él, salimos a cenar los cuatro, nos llevaron a la Zona Rosa (bares y pubs) y almorzamos una rica comida mexicana que preparé con mis propias manos (modestia aparte) antes de su partida. De ahí arrancamos para Medellin, con la ruta un poco atravesada (muy tipico de nosotros) donde nos estaba esperando Andres, embajador de CouchSurfing en la ciudad.
Llegamos bastante tarde por la noche asi que, comimos algo, cumplimos con las formalidades y a dormir como bebés hasta el dia siguiente. Por la manana, mapa en mano e indicaciones dadas, salimos a recorrer el centro. No teniamos muchos dias destinados a Medellin, por lo que habia que aprovechar al maximo nuestra estadia. Asi fue como llegamos a la zona céntrica, atestada de gente vendiendo absolutamente de todo, y caminamos derechito al parque de Fernando Botero. Esculturas increibles, a mi criterio mucho mejores que sus pinturas. Después de ahí nos metimos en el Museo Nacional de Arte, caminamos otro poco y terminamos en el Parque de los Pies Descalzos. No se ustedes pero yo, ni bien escuche ese nombre me dije: Pucha! Shakira hasta tiene un parque propio en Colombia! Por supuesto muy lejos de lo que mis pensamientos habian imaginado, el Parque Pies Descalzos resulto ser un jardin zen donde uno puede ir intercalando las patas en fuentes de agua, arenita, piedritas, para “relajarte” del stress diario. Andres muy buena onda, aunque no pudimos compartir demasiado con él, porque fueron pocos los dias que estuvimos en Medellin.
Al día siguiente seguimos viaje hacia la Costa Caribe, más precisamente a Santa Marta, donde nos estaba esperando Jairo, mientras ya pensábamos como corno íbamos a hacer para llegar hasta Panamá.
Santa Marta es una ciudad bonita, no con todo el brillo que tienen (o la gente suele darle) a Barranquilla o Cartagena, pero es muy interesante. Jairo es mas interesante todavía… nos fue a buscar hasta la parada y nos llevó a su casa donde tiene el tallercito de artesanías. Una bestia el tipo haciendo dragones y hadas con porcelana. Tiene su puesto en el Rodadero, una de las zonas turísticas más importantes de Santa Marta. Alli, por las noches la gente lleva sus sillas a la playa, y su cerveza por supuesto, mientras bailan al son de los muchos músicos que ofrecen sus servicios. Interesantísimo y divertido de ver. Se mezclan los sonidos de acordeones, reco-recos y guitarras de diferentes bandas que tocan simultaneamente, separadas por unos diez o quince metros.
Con Jairo descubrimos uno de los inventos más maravillosos y asquerosos de la gastronomía colombiana: la pizza de El Vómito. Un pedazo GIGANTE de la pizza que uno elija, coronada por una lluvia de papas fritas (esas finitas de paquete, bieeeeen aceitosas) y por encima mayonesa y salsa rosada (la salsa golf argentina). Ni que decirles que no pude terminarla y me la llevé para desayunarla fría a la mañana siguiente.
Algunos días acompañábamos a Jairo a su trabajo, una tarde fuimos a una playa cercana llena de turistas que van ahí a buscar “fiesta, descontrol y polvos mágicos”. Los días con él estuvieron bien divertidos, hablamos de muchísimas cosas, compartimos chistes malísimos a los que Jairo denomina “huesitos” (y que por supuesto no conté yo sino ellos). Ademas de muchisimos huesitos, Jairo me legó (apunta ahora Rulo) el chiste mas guarango de la historia del universo. Es una lastima que no pueda compartirlo, porque va con mimica, pero merece que algun dia se los mande por iutub. Mientras se sucedian los medianos y grandes huesitos por millares, íbamos obteniendo datos de cómo haríamos el cruce desde Cartagena hasta Panamá, por mar.
Unos días después de haber llegado, y con prisa porque teníamos que llegar hasta Cartagena para poder hacer unos papeles del barco, nos despedimos de Jairo tempranito a la maniana. Para cruzar el Caribe hacia Panama, finalmente enganchamos un velerista brasilero del que nos habían pasado el dato dos chicas de Mar del Plata, quienes casualmente se habían quedado en casa de Jairo antes que nosotros. Qué pequeño es el mundo, no?; Así que por la prisa pasamos a todo motor Barranquilla, ¡sin detenernos a conocer siquiera la casa donde nació la loba Shakira! hasta llegar a Cartagena.
Habíamos quedado en encontrarnos con Diego, capitán del barco, en el Club Náutico. Hasta alli estábamos llegando cuando nos cruzamos con él. Por supuesto que ninguno había visto ni siquiera una foto del otro para poder reconocerlo, pero en el instante en que nos cruzamos, ambas partes sabíamos que el otro era quien estábamos buscando. El tipo súper buena onda, nos explicó que estaba por ir a ver el tema del permiso de zarpe, por lo que necesitaba que le diéramos nuestros pasaportes. El siguió su camino mientras nosotros seguimos hasta el barco para poder dejar nuestras cosas. Todavía no sabíamos cuando íbamos a salir, pues dependiamos de nuestros papeles y los del barco, pero podíamos pasar la noche en el camarote sin problemas. En el barco salió a recibirnos Bojiana, una serbia que vivía en Suiza, y (hasta entonces, según sabemos) era novia de Diego y lo estaba acompañando en ese viaje.
Ahí supimos que la tripulación se completaría con las chicas marplatenses, un japonés y Luán, el hijo de 8 años del capitán.
Aprovechamos las horas que nos quedaban en Cartagena para recorrer un poquito de la tan famosa ciudad, porque quizá partíamos a la mañana siguiente. Qué decir de Cartagena!!! Había pasajes y lugares que parecían sacados de películas de piratas: fuertes, torres, cañones… que lo transportaban a uno a la época del Imperio Español. El fuerte del Rey Felipe aún conserva túneles secretos y pasadizos utilizados en esos tiempos. La arquitectura se mezcla con lo moderno y los muchos restó y galerías preparadas para recibir a los turistas más exigentes (mientras repasamos y corregimos juntos el texto, nos damos cuenta de cuan turistico y folletistico suena este pasaje, pero lo dejamos asi para que se rian; hohohohooo!). Fue un día, o unas horas en Cartagena hasta que oscureció; un tiempito muy bien aprovechado y copiosamente transpirado. A la mañana siguiente y con la tripulación completa ya estábamos listos para emprender nuestra aventura por el Mar Caribe. Para comprobar si era cierto lo que habíamos visto tantas veces por la tele y las revistas de destinos turísticos… (idem parentesis anterior, hohohooo!)


viernes, 11 de diciembre de 2009

Videotrip!

Algunos videitos perejiles, con novedades del trip jaja! Abrazos! Y lindo fin de anho para todos!





Unos truquitos con el palo, despues de unas tres semanas de haber arrancado... El lugar es la laguna de Tiscapa en Managua, Nicaragua.




En realidad es el segundo publico. El primero algunos ya lo vieron en fotos. Pero lo que manda en esta era es la verdad audiovisual...



Por consultas, cursos y shows, dirigirse a este mismo blog, atendido por sus propios duenhos.


Pequenhas maravillas domésticas del viaje... Frijol y Arroz, las mascotas de Noemi y Mapie, de Managua.





Descubrimiento del tercer tipo en ciudad de Panamá...




Rulutilísimo! Momento tan loco e inolvidable como poco ecolőgico y con acting pelotudo...




Provecho del árbol caído, a manos de otro mas pelotudo que yo...



Salvedad excuseril: compramos el bicho cuando ya llevaba horas de muerto en la red metida en el mar... Pea ko el arbol caído...